Cuantificar el valor de la naturaleza antes de que sea demasiado tarde
¿Por qué hay que asignarle un valor a la naturaleza?
Si asignamos un
valor a la naturaleza, podremos cuantificarla. Si la cuantificamos, podremos
gestionarla. Si gestionamos su valor, evitaremos su destrucción. Ese es el
problema al que hemos estado sometidos durante cien años. Desde el momento en
el que no consideramos ese valor, hemos tratado a la naturaleza como si fuera
gratuita e ilimitada. Hemos estado consumiéndola sin ser conscientes del valor
que estamos perdiendo.
Siempre hemos medido el progreso económico en términos de los bienes y servicios que producimos y consumimos. Hablamos del producto interior bruto o PIB. Nunca hemos hecho algo similar con la naturaleza. No obstante, esta nos proporciona servicios que tienen valor y necesitamos contar con ese valor para medir nuestro progreso económico.
Tener en cuenta
tanto la naturaleza como la economía nos permite ver el modo en el que nuestra
actividad económica afecta a la naturaleza, el modo en el que la presencia de la
naturaleza nos afecta a nosotros como sociedad y como especie, así como también
el modo en el que nuestras actividades podrían cambiar para que podamos
conseguir esa prosperidad sin dañar ni destruir la naturaleza en el proceso.
¿Por qué ahora?
Las consecuencias
de estar ignorando a la naturaleza se están volviendo cada vez más notorias.
Somos conscientes del aumento de la frecuencia de los desastres relacionados
con el clima. El cambio climático está afectando a la productividad agrícola.
Las enfermedades zoonóticas como la COVID-19 comienzan a afectarnos cada vez
más.
Tenemos una
pequeña oportunidad de poder poner solución a estos problemas. Si somos capaces
de entender mejor su alcance y el daño que estamos produciendo, podremos actuar
ahora y de una manera considerada y racional. Si esperamos hasta que estemos al
borde de la catástrofe, nos veremos obligados a adaptarnos de una forma rápida
y dolorosa.
¿Qué se entiende por cuantificar la naturaleza? ¿Qué se mide?
Todo el mundo
visualiza un bosque y comprende que, si talamos los árboles, podremos vender su
madera, y eso tiene un valor. Sin embargo, también vemos ese mismo bosque como
un lugar donde podríamos ir a dar un paseo o ir de acampada. Y eso también
tiene un valor, a pesar de que no podamos ponerle un precio de mercado.
Asimismo, un
bosque saludable también genera todo tipo de servicios. Ayuda a regular el
clima y el ciclo hidrológico. Absorbe el agua de la lluvia y previene la
erosión del suelo. Filtra el agua. Nosotros nos beneficiamos de todos estos
servicios. Pero pasan desapercibidos. Actualmente, no los cuantificamos. Pero
son muy importantes. Y, en el momento en el que ese bosque se tala por su
madera, perdemos esos servicios.
Si los
cuantificamos, podremos tomar mejores decisiones acerca de si es una buena
opción talar los bosques o vender su madera, o si deberíamos conservar la
capacidad del bosque para que pueda continuar proporcionándonos esos servicios
ecosistémicos de los que dependemos.
¿Existen riesgos al ponerle un precio a la naturaleza?
No estamos
intentando ponerle precio a la naturaleza. No estamos comercializando con
árboles, peces ni agua limpia. Estamos intentando asignarle un valor a la
naturaleza para que podamos aplicarlo al total de nuestras actividades
económicas y entender el modo en el que podríamos tener un impacto sobre ella.
Podemos pensar en un producto bruto del ecosistema que nos permita comprender
que la naturaleza genera un valor que queremos tener.
¿Esta respuesta provocará que algunos países se vuelvan más ricos y otros más pobres?
Puede ir en ambas
direcciones. Únicamente dependerá del modo en el que se gestionen los activos.
Si un país, por ejemplo, posee varios bosques saludables y pretende talarlos,
obtendrá una ganancia monetaria por la venta de la madera. No obstante, también
sufrirá una pérdida considerable de los servicios ecosistémicos. Seguramente,
dicho país con el paso del tiempo acabe siendo peor. Se percatará de que la
reserva total de capital, que contribuye a su prosperidad futura, está
disminuyendo debido a que el capital natural se está agotando.
Por otro lado, si
mejoramos la salud de nuestros bosques, el valor de los beneficios naturales
puede aumentar. Ser conscientes de ese valor nos permite gestionarlo mejor y
aumentar los beneficios que sacamos de ello.
También podemos
fijarnos en las relaciones entre países. Se puede comprobar, por ejemplo, a
través de un acuerdo, si un país está agotando su capital natural y reduciendo
los beneficios que genera, mientras que otro país está siendo capaz de
preservar su valor sin dejar de importar recursos. Este tipo de conocimientos
puede llevarnos a pensar en el modo en el que nos gustaría gestionar esos
intercambios de una manera más efectiva y racional en beneficio mutuo de todos
los países.
¿De qué manera cuantificar la naturaleza nos proporciona nuevos conocimientos sobre las desigualdades entre la población?
Cualquier
actividad que tenga un impacto negativo en el medio ambiente afectará a
diferentes grupos de personas de diferentes maneras. Esto ampliará
inevitablemente las desigualdades existentes. Para aquellas personas que ganan
su sustento a través de esa interacción con la naturaleza, en actividades como
la agricultura, la degradación del medio ambiente les afectará más directa y
profundamente de lo que lo haría a una persona cuyo sustento no depende de
ella.
Cuantificar la
naturaleza nos permitirá identificar quiénes se benefician y de qué manera de
los servicios que nos proporciona la naturaleza. De la misma forma, podremos
saber quién sufrirá y de qué manera si esos servicios dejan de estar
disponibles. También nos permite ser conscientes de que, al esforzarnos en
preservar y proteger la naturaleza, estamos preservando y protegiendo los
sustentos y beneficios de cientos de millones de personas que dependen de ello.
Es en este momento cuando podemos empezar a plantear políticas más fundadas que
pueden beneficiar a grupos que, de otra manera, estarían en desventaja.
¿Cómo podría ayudar la cuantificación de la naturaleza de una mejor manera a la protección de la biodiversidad?
Una de las razones
en la que podemos insistir en cuanto a la acción climática es que el origen del
problema es bastante evidente. Podemos deducir cuánto tiempo podremos convivir
con el calentamiento global antes de estar en peligro de sufrir problemas irreversibles.
No disponemos de
esa ventaja en relación con la biodiversidad. La biodiversidad de los
ecosistemas difiere completamente entre unos y otros. Por ello, es muy difícil
extraer una sola cifra que pueda movilizar al mundo entero.
Si cada país
cuantificara sus ecosistemas y el valor que obtienen de ellos, la existencia de
diferencias entre los distintos tipos de ecosistemas sería mucho menos
importante. La importancia recaería sobre el valor que el ser humano obtiene y
el conocimiento de lo que necesitamos para protegerlo. Esto estimularía en gran
medida la agenda para la biodiversidad mundial.
Muchas personas advierten que el cambio climático supone un gran riesgo y que la naturaleza se encuentra bajo presión. Sin embargo, las soluciones parecen abrumadoras y costosas.
A menos que
gestionemos mejor el mundo natural que nos rodea, estaremos destruyendo los
cimientos de nuestra vida en este planeta. Ignorar a la naturaleza implica unos
costes que han llegado a ascender a miles de millones y han perdurado durante
décadas. Solo tenemos que fijarnos en lo que ha estado sucediendo en Texas,
Estados Unidos, con la ola de frío y el tremendo daño económico y social que ha
causado un extraño patrón climático. En el mundo, mueren 6,5 millones de
personas de forma prematura todos los años debido a la contaminación del aire.
Entre ellos, 3 millones son niños. Este es el precio que pagamos cada año sin
hacer nada al respecto.
Todo lo que
hacemos supone un coste. Pero necesitamos pensar en ello no solo como un coste,
sino también como algo más que una inversión. Nadie se quejaría si
invirtiésemos en un colegio o en un hospital. Lo tomarían como una inversión en
la salud, en nuestra sociedad, en nuestro futuro. Sucede exactamente lo mismo
si invertimos en la salud de la naturaleza. Esa inversión siempre va a ser una
fracción del coste real que tendríamos que pagar si permitimos que nuestro
clima se descontrole y que la pérdida de la biodiversidad continúe.
En muchos países en desarrollo, la crisis de deuda pública se intensifica desde hace varios años y ahora podría ir a peor a consecuencia de la pandemia. ¿Qué opina acerca de las recientes propuestas de canje de deuda por medidas de protección ambiental o por medidas contra el cambio climático?
Estos mecanismos
existen desde hace un tiempo. Algunos se han desarrollado y han tenido un éxito
considerable. Pero en estos momentos nos estamos acercando a una crisis en
ambos ámbitos. Por un lado en el ámbito de la deuda y, por otro, en el ámbito
de la naturaleza y el clima. Existe un enorme potencial de acción capaz de unir
a ambos, especialmente en los países que, de otra manera, no tendrían recursos
para los tipos de programas de naturaleza y clima que necesitamos ver. En
general, necesitamos buscar de manera más activa soluciones que nos permitan
progresar en más de un frente a la vez.
¿Qué es lo más importante que las personas en todo el mundo necesitan comprender sobre esa respuesta ante la naturaleza?
Si seguimos
permitiendo que la economía lo domine todo, estaremos tomando la vía rápida
hacia el desastre. Podemos cambiar las cosas; no es fácil, pero sí posible.
Estar informados es la mejor manera de tomar las decisiones correctas.
Es fundamental que
no permitamos que el debate que rodea a la protección de la biodiversidad o a
la acción climática se someta a aquellas personas que quieren preservar el
statu quo por intereses personales. Aquellos que fingen que la pérdida de la
biodiversidad no es un problema no están contando las cosas tal y como son.
Tenemos que sacar
la evidencia a la luz. Tenemos que mostrarles a las personas lo que está
pasando realmente. Y tenemos que proporcionarles la perspectiva de que podemos
arreglarlo porque disponemos de las herramientas necesarias y, ahora también,
de la información para utilizarlas de la mejor manera.
¿Cuantificar la naturaleza hará que más economistas vean más allá del PIB?
Siempre han
existido profetas en zonas en estado natural que han defendido que hay vida más
allá del PIB. No obstante, lo que va a impulsar un ritmo de cambio más rápido
es que los negocios están cambiando. Hace cinco años, invertir en ESG
(inversión basada en el medio ambiente, sociedad y gobierno) era un área
pequeña a la que pocas empresas especializadas se dedicaban fuera de Wall
Street. Ahora, los mayores inversores se preocupan por eso. Los problemas
ambientales y sociales se están volviendo fundamentales para los modelos de
negocios que las empresas utilizan y que los inversores buscan. Los bancos
centrales y reguladores financieros se preguntan qué clase de información
deberían declarar las empresas e instituciones financieras para dar una idea
clara de su posición con respecto a las inversiones en ESG.