¿Ciudades de sufrimiento o de oportunidades?
Las ciudades y los centros urbanos de los países en
desarrollo están creciendo a una escala sin precedentes. Hace 10 años, un 40%
de la población del mundo en desarrollo -o 2 000 millones de personas- vivía en
las zonas urbanas. Desde entonces, esta cifra ha aumentado casi al doble de la
velocidad que el total del crecimiento demográfico, a más de 2 500 millones, lo
que equivale a casi cinco ciudades nuevas del tamaño de Beijing cada 12 meses.
Para 2025, más de la mitad de la población del mundo en desarrollo -3 500
millones de personas- será urbana.
Mientras que en Europa y América del Norte la
urbanización tomó siglos, estimulada por la industrialización y el aumento
constante de los ingresos per cápita, en el mundo en desarrollo se producirá en
el lapso de dos o tres generaciones. En muchos países en desarrollo no es la
oportunidad económica lo que impulsa el crecimiento urbano, sino las altas
tasas de natalidad y la llegada de masas de personas del medio rural que huyen
del hambre, la pobreza y la inseguridad.
La mayor parte de las ciudades de crecimiento más
acelerado del mundo están en países de bajos ingresos de Asia y África, de
población joven. En los próximos 10 años, el número actual de habitantes
urbanos del África subsahariana habrá aumentado casi un 45%, de 320 millones a
460 millones. Kinshasa, la capital de uno de los países más pobres del mundo,
hoy es la megalópolis futura que crece más rápidamente del planeta. Para 2025,
la población urbana de los países menos avanzados de Asia crecerá de 90 millones
a 150 millones, según proyecciones, y se prevé que Dhaka se convierta en la
quinta ciudad más grande del mundo, con 21 millones de habitantes.
En los países de bajos ingresos la urbanización se
produce acompañada de elevados niveles de pobreza, desempleo e inseguridad
alimentaria. Se estima que en todo el mundo hay 1 000 millones de personas
hacinadas en barriadas, sin acceso a los servicios básicos de salud, agua y
sanidad. Alrededor del 30% de la población urbana del mundo en desarrollo -770
millones de personas- está desempleada o son «trabajadores pobres» con ingresos
inferiores al umbral oficial de pobreza.
Estos grupos urbanos pobres gastan la mayor parte
de sus ingresos sólo para alimentarse, pero sus hijos presentan niveles de
malnutrición a veces tan elevados como los que se observan en las zonas
rurales. Para subsistir, millones de personas de los barrios bajos recurren a
la producción de sus propios alimentos en cualquier pedazo de tierra
disponible: patios domésticos, a lo largo de los ríos, las carreteras y las
vías férreas, y debajo del cableado eléctrico.
El crecimiento de los barrios bajos supera el
crecimiento urbano por un margen considerable. Para 2020, la proporción de la
población urbana que vivirá en la pobreza llegará al 45%, o 1 400 millones de
personas. Para entonces, el 85% de la población pobre de América Latina, y casi
la mitad de la de África y Asia, se concentrará en las ciudades y los centros
urbanos.
Esta perspectiva se ha denominado «la nueva bomba
demográfica» y una pesadilla para la gobernanza: ciudades que se desbordan,
degradadas y empobrecidas, con una población numerosa y vulnerable de personas
socialmente excluidas, jóvenes y sin empleo.
LA PROMESA
DE LAS CIUDADES MÁS VERDES
Un futuro mejor para las ciudades del mundo en
desarrollo es obligatorio y posible. Históricamente, las ciudades han sido
sitios no de miseria y sufrimiento, sino de oportunidad -para las economías de
escala, el empleo y mejores niveles de vida, especialmente para las personas
del medio rural que buscan una vida mejor. Han funcionado como motores del
progreso social y del desarrollo económico nacional.

El concepto de «ciudades verdes» -con capacidad de
recuperación, autosuficiencia y sostenibilidad social, económica y ambiental-
se suele asociar a la planificación urbana en los países más desarrollados.
Indica una eco-arquitectura de alta tecnología, rutas arboladas para las
bicicletas e industrias de «circuito cerrado» que no producen desechos.
Sin embargo, tiene una aplicación especial y
dimensiones sociales y económicas considerablemente diferentes en los países en
desarrollo de bajos ingresos. Allí, los principios centrales de unas ciudades
más verdes pueden orientar un desarrollo urbano que garantice la seguridad
alimentaria, un trabajo e ingresos dignos y una buena gobernanza para todos los
ciudadanos.
Un punto de partida para crear ciudades más verdes
es reconocer e incorporar en la política y la planificación urbana muchas de
las soluciones creativas que la propia población urbana pobre ha desarrollado
para fortalecer sus comunidades y mejorar su vida. Una de esas soluciones, y un
rasgo esencial de la planificación de ciudades verdes en los países
desarrollados y en un número cada vez mayor de países en desarrollo, es la
horticultura urbana y periurbana.
CONTRIBUCIÓN
DE LA HORTICULTURA EN LA CREACIÓN DE CIUDADES MÁS VERDES

La horticultura urbana y periurbana (HUP) es la producción de una gran variedad de cultivos, tales como fruta, hortalizas, raíces, tubérculos y plantas ornamentales, en las ciudades y los centros urbanos, así como en sus zonas circundantes. Se estima que 130 millones de habitantes de los centros urbanos en África y 230 millones en América Latina practican la agricultura, sobre todo horticultura, para suministrar alimentos a sus familias u obtener ingresos por la venta de sus productos.
Si bien la población urbana pobre, en particular
los que llegan desde las zonas rurales, practican la horticultura desde hace
mucho tiempo como medio de subsistencia y estrategia de supervivencia, en
muchos países una gran parte de este sector está fuera de la economía oficial,
suele ser precario y en ocasiones ilegal.
Pero esto está cambiando aceleradamente.
En los últimos 10 años, los gobiernos de 20 países
han buscado la ayuda de la FAO para eliminar obstáculos y dar incentivos,
insumos y capacitación a «agricultores urbanos» de bajos ingresos, de las
metrópolis en expansión del África occidental y central hasta los barrios de
bajos ingresos de Managua, Caracas y Bogotá.
A través de proyectos multidisciplinarios la FAO ha
ayudado a gobiernos y administraciones urbanas a optimizar políticas, marcos
institucionales y servicios de apoyo para la HUP, y a mejorar los sistemas de
producción hortícola. Ha promovido la horticultura comercial de irrigación en
las periferias urbanas, sencillos microhuertos hidropónicos en zonas de barrios
bajos y azoteas verdes en los centros de ciudades densamente pobladas.
El programa de la FAO y otras iniciativas parecidas
de organizaciones asociadas han demostrado cómo la horticultura contribuye a
emancipar a los sectores pobres de la población urbana y fortalece su seguridad
alimentaria y su nutrición. Pero también contribuye a crear ciudades más
verdes, más capaces de afrontar los desafíos sociales y ambientales, desde el
mejoramiento de los barrios bajos y la gestión de los desechos urbanos hasta la
creación de empleos y el desarrollo de la comunidad.